REGALOPSICO

domingo, 22 de octubre de 2017

Cuando la tristeza nos invade....

LA TRISTEZA



Todos hemos sentido tristeza alguna vez, una de las emociones básicas del ser humano. Sabemos reconocer de inmediato esta sensación en la persona que manifiesta la tristeza y es una de las emociones que más empatía provoca. Por ejemplo, nos resulta fácil llorar con algunas escenas tristes de películas o ante esta misma sensación en personas cercanas.

La tristeza puede presentar diferentes intensidades que van desde un leve desaliento o malestar hasta la tristeza vital más profunda que afecta a todas las funciones psíquicas del sujeto.

La tristeza constituye el síntoma nuclear de la depresión, constituye un síntoma que por sí solo no delimita un cuadro depresivo, ya que han de coexistir otras manifestaciones clínicas como la anhedonia, las ideas depresivas o alteraciones biológicas.

La tristeza también puede aparecer en situaciones normales no patológicas, ya que constituye un estado de ánimo universal. En la tristeza normal existe un estímulo que la desencadena y la emoción es proporcional en intensidad y duración a dicho estímulo.

Los componentes cognitivos de la tristeza se centran, básicamente, en los pensamientos sobre sucesos negativos pasados y en los pensamientos sobre sucesos negativos futuros, subjetivamente probables. Las personas tristes tienden a ser más taciturnas y a encontrar dificultad para concentrarse sobre asuntos indiferentes. Se sienten desdichados y perciben su entorno de forma negativa.

Como consecuencia de la tristeza pueden aparecer pensamientos negativos en torno al futuro, ya que la tristeza frecuentemente se acompaña de pesimismo, desesperanza y disminución de la motivación.

Los componentes afectivos de este síntoma adquieren relevancia clínica cuando son persistentes e inadecuados a la realidad, y se experimenta una tristeza cualitativamente distinta de la tristeza normal.

Aunque nuestro cerebro se encuentra preparado para enfrentarse a esta emoción, requiere de unos ajustes cuando nos invade la tristeza, necesitando en estas ocasiones más oxígeno y más glucosa para funcionar. Enfrentarse a esta emoción supone por ello, un mayor gasto energético. Si los periodos de tristeza se alargan, el cerebro baja la producción de serotonina, lo que esta intensamente relacionado con los trastornos depresivos.

Las lágrimas son un acompañante fiel de la tristeza, surgen casi sin control como respuesta inmediata a esta emoción, y nos sirven para desahogar y aflojar este sentimiento, para liberar la tensión que la tristeza provoca en nuestro cerebro.

A pesar de ser una emoción que no deseamos, cuando nos llega nos embarga, nos apaga y nos obliga a mirar hacia nosotros mismos en busca de razones y explicaciones. Esta experiencia de tristeza nos puede servir para aprender de nosotros mismos y nos debe servir para fortalecernos tras superar dicho proceso y seguir adelante. 

Es aconsejable compartir esta emoción, desahogarse, no encerrarse en casa, buscar nuevas ilusiones, sonreír y cuidarse a si mismo.

Si esta tristeza se alarga o si llega a invadir y dificultar nuestra vida cotidiana, es necesario pedir ayuda a un profesional. Admitir necesitar ayuda para enfrentarte a este estado no es un signo de debilidad, es un signo de fortaleza y cuidado personal.


domingo, 8 de octubre de 2017

LA SEXUALIDAD

LA SEXUALIDAD HUMANA


La sexualidad humana es una de las áreas de nuestra existencia más compleja que incluye componentes de carácter biológico, psicológico y social en constante interacción y que van dando respuesta al cómo somos, al cómo nos sentimos y al cómo actuamos en esta amplia área.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) la define, en esta misma línea, como un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida que abarca al sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales.”

La sexualidad es una parte integral de la personalidad de cada uno de nosotros. Su pleno desarrollo depende de la satisfacción de las necesidades humanas básicas como el deseo de contacto, comunicación, intimidad, expresión emocional, placer, ternura y amor. La sexualidad se construye a través de la interacción entre el individuo y las estructuras sociales.

No hay una única sexualidad, por ello, y cada sujeto posee su propia sexualidad y ésta puede mostrar una asombrosa variación no solo interindividual, sino también intraindividual. La sexualidad y la conducta sexual se van conformando y trasformando en nuestro desarrollo para ir tomando forma como resultado de la constante interacción entre lo biopsicosocial de cada uno.

Esta complejidad en su definición es acorde con ser el comportamiento sexual posiblemente una de las áreas de la conducta humana, en la que es más difícil establecer el límite entre lo normal y lo anormal o patológico, puesto que no existen referencias externas que nos permitan tener puntos de corte claros.

La actividad sexual está fuertemente determinada no solo por el propio criterio personal de cada uno, sino además por el contexto social, cultural y religioso del sujeto que a su vez moldea su propio criterio. Esto hace que lo que es considerado normal aquí y ahora pueda no serlo en otro momento o lugar. Una determinada conducta inadecuada en una sociedad puede ser habitual en otra. Los avances científicos, como sucedió con la aparición de anticonceptivos orales, pueden determinar también cambios en los hábitos sexuales.

Podemos establecer de un modo general, que la definición predominante de lo que es un trastorno sexual en las clasificaciones diagnósticas al uso se basa, fundamentalmente, en la experiencia subjetiva de malestar en relación con algún aspecto de la actividad sexual propia. Esta definición se amplía para abarcar también aquellos comportamientos de carácter sexual que producen o pueden producir malestar a otra persona (como acoso sexual, coacción, exhibicionismo, etc.).

La sexualidad humana, además, está relacionada íntimamente con nuestras emociones, la afectividad y la aptitud para relacionarse. Por ello, de forma general, cuando las personas padecen problemas emocionales, afectivos o de relación importantes, su sexualidad suele verse alterada de un modo u otro, y son en muchos casos las alteraciones de la sexualidad las que actúan a modo de indicadores o señales de alarma de padecimiento por otros problemas emocionales.

Por ello, en muchos casos, no es posible el abordaje de la alteración sexual sin una perspectiva amplia, globalizadora y comprensiva del resto de las características vitales y psicológicas de la persona.


jueves, 24 de agosto de 2017

Síndrome Postvacacional

¿Qué nos pasa cuando terminan las vacaciones y tenemos que volver a nuestra rutina? ¿Por qué nos cuesta?


El síndrome post-vacacional, también conocido como estrés o depresión postvacacional, se refiere a la ansiedad o presión emocional que debemos afrontar al readaptarnos a las tareas laborales después de un período vacacional.

Realmente si uno ha descansado y desconectado durante sus vacaciones lo lógico es pensar que ha recargado pilas para volver al trabajo como nuevo. En la mayoría de los casos este síndrome se da en en pequeña escala y en breve desaparece. Solo en algunos casos la cosa pasa a mayores.

Cuando estamos de vacaciones además del cambio de actividades, se modifican varias cosas de nuestra rutina habitual, se cambian los horarios de sueño, generalmente durmiendo más y con horarios diferentes, se cambian también nuestros horarios de comidas e incluso nuestra rutina de comer, en la mayoría de los casos dejamos de hacer comidas rápidas y a solas, y pasamos a prolongar nuestras comidas que son compartidas con nuestros familiares, amigos, etc. Tenemos más tiempo de ocio, más tiempo para nosotros, en definitiva, solemos modificar todo nuestro patrón diario con una adaptación extraordinaria.

Pero esta fácil adaptación a las vacaciones, generalmente no es tan rápida y cómoda a la vuelta a nuestra rutina laboral. Volvemos con las pilas cargadas, pero hay algo en nuestro interior que se resiste a volver.

Madrugones, responsabilidades, obligaciones, y un cúmulo de tareas a las que volvemos a enfrentarnos, hacen difícil nuestra vuelta.

No pegar ojo la noche anterior a la vuelta al trabajo, tener el estómago cerrado o tener hambre durante todo el día, son síntomas frecuentes, lo que aumenta nuestro “cierto malestar”. 

Y para paliarlo, como estrategia de consuelo, uno puede empezar a preparar sus siguientes vacaciones.

Los hay que en dos o tres días antes de terminar sus vacaciones, anticipan su vuelta y en vez de disfrutar de esos últimos momentos, les da por caer en todas las malas sensaciones de lo que va suponer la vuelta a la rutina.

Luego, aunque nos cuesta y padecemos este síndrome, enseguida nos hacemos a la tarea, y cuando llevamos tres o cuatro días parece que llevamos semanas y semanas. Volvemos a nuestros horarios, rutinas, comidas, relaciones, etc.

En algunos casos el periodo vacaciones también puede ser un foco de desilusiones, de desadaptaciones y de conflictos. Las estadísticas nos muestran que en estos periodos suele aumentar el número de separaciones o divorcios. Esta desadaptación es frecuente en las parejas que en su día a día están cada uno sumergido en sus tareas de trabajo y ocio, que apenas comparten algo de tiempo diario en familia, y que al llegar a las vacaciones se comparten las veinticuatro horas al día, es como volver a empezar la relación perdiendo ciertas libertades que se tienen con la rutina laboral. Y todos sabemos lo que se puede complicar esta desadaptación cuando hay que sumar la atención a los hijos, cuando son funciones que durante el curso están delegadas. Pero este es otro tema diferente al que nos ocupa este artículo.

Volviendo al síndrome posvacacional, muy pocos casos de estrés postvacacional precisan de una atención o apoyo profesional. En la mayoría de los casos se trata de molestias pasajeras que se caracterizan a nivel físico por mayor cansancio, fatiga, falta de apetito, sueño, dificultad para la concentración y a nivel psicológico se puede dar falta de interés, irritación, nerviosismo, tristeza o falta de motivación.

Cuando uno sabe por propia experiencia que le va a costar estos cambios puede mejorar la adaptación si: vuelve a la rutina de forma gradual, sobre todo en lo que tiene que ver con la rutina del sueño, para no empezar a trabajar sin apenas haber pegado ojo la noche anterior. Se debe intentar mantener una actitud positiva y realista, uno comienza con las pilas cargadas para enfrentarse a esa tarea cotidiana que ya domina. 

También ayuda iniciar la nueva tarea con pequeños objetivos y planificándose límites en la propia rutina. Debemos intentar conciliar la rutina de trabajo con alguna actividad de ocio o deporte que solemos practicar solo en el periodo vacaciones, y muy importante mantener las relaciones de amistad que se fortalecen en las vacaciones y de las que apenas hacemos caso hasta las siguientes vacaciones.

A los niños les suele afectar también estos cambios, dado además que sus tiempos de vacaciones son muy largos y con rutinas muy diferentes al periodo escolar. Pero en general, en cuestión de unos días se adaptan sin problema a sus nuevas rutinas.

Este síndrome o estos síntomas trás las vacaciones, sin embargo, no constituyen motivo alguno para privarse de las tan necesarias vacaciones, no solo para descansar y recuperarse, si no para desconectar del estrés al que habitualmente la vida laborar nos obliga. 

martes, 8 de agosto de 2017

¿CÓMO EXPLICAR LA CONDUCTA ANORMAL?

CONDUCTA ANORMAL, TRASTORNO MENTAL...


A lo largo de la historia ha ido cambiando la explicación que se ha dado a la conducta anormal. Los hallazgos arqueológicos, como algunos cráneos encontrados que sufrieron algún tipo de trepanación, y otros estudios etnográficos, apuntan a que el hombre primitivo daba una explicación mágica y de origen sobrenatural a la conducta anormal.

La sociedad preclásica, explica la conducta anormal con una interpretación demoniaca, con la idea de que un ser maléfico podía haber tomado posesión de la persona.

Durante la antigüedad grecorromana, se combina esta concepción demoniaca con la idea de que esta conducta anormal, los trastornos mentales son enfermedades físicas.

En la Edad Media, dada la gran influencia de la iglesia católica, se vuelve a esa concepción demoniaca y se consideraba al enfermo mental como una víctima inocente del diablo, basándose su tratamiento en exorcismos, oraciones, agua bendita, peregrinaciones, etc.

Este panorama cambia y es criticado con el Renacimiento y la Ilustración, volviendo a una explicación de la conducta anormal por causas naturales. Aparecen los primeros manicomios y hospitales psiquiátricos con finalidades terapéuticas.

Las condiciones inhumanas de dichos lugares mejoran con la primera reforma asistencial de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Se empieza aplicar el método clínico descriptivo, parecido al actual, que trata de describir estos cuadros clínicos, se observa y describe la conducta anormal.

A finales del siglo XIX y principios del XX se formulan las primeras hipótesis explicativas de la conducta anormal, hipótesis de tipo biologista e hipótesis de tipo psicologista.

Con la segunda revolución terapéutica, que conlleva la desaparición del hospital mental, el surgimiento de la atención comunitaria y el nacimiento de la psicofarmacología moderna, y junto con las aportaciones de las neurociencias   y el establecimiento de nosologías y sistemas diagnósticos reconocidos de los diferentes trastornos mentales, llegamos al panorama actual.

Ya hoy en día sigue siendo muy complejo definir este concepto de anormalidad, conducta que como hemos visto, se da en cualquier cultura y en cualquier época.

La psicopatología es la ciencia que estudia la conducta humana centrando su interés en la naturaleza y la etiología de la conducta anormal o patológica. Existe una diversidad de enfoques dentro de esta ciencia de la psicopatología y cada uno de ellos defiende unos criterios para definir la conducta anormal, criterios estadísticos, clínicos, sociales, biológicos. No hay una definición totalmente compartida del concepto de anormalidad. Todos los criterios son necesarios para esta definición y, a su vez, insuficientes por si solos para definirla.

Para poder explicar y prevenir la conducta anormal primero hay que describirla y clasificarla. Durante muchas décadas se ha tratado de encontrar la clasificación adecuada, no sin ser cuestiona y criticada la necesidad de clasificación.

Superado el debate sobre la necesidad y ventajas de las clasificaciones, a finales de los años setenta fluyen las primeras clasificaciones. Los dos sistemas de clasificación actual más utilizados, son el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, el DSM, y la Clasificación Internacional de las Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud, el CIE.

Actualmente el DSM va por su quinta edición, el DSM-V, y el CIE por la décima, CIE-10. Estos sistemas describen y clasifican las conductas anormales, los diferentes trastornos mentales.


Si bien está clara la utilidad de dichos sistemas de descripción y clasificación de la cada conducta anormal, cada trastorno mental es único en cada individuo. Si bien se comparten algunas características que definen y describen el propio trastorno, el mismo es diferente en cada uno de los que lo padecen. Esta idiosincrasia de la conducta anormal motiva el diseño de intervención o tratamiento a medida y ajustado a cada caso.

jueves, 3 de agosto de 2017

MADRE DE FAMILIA NUMEROSA

…madre de familia numerosa, de las de antes



En la década de los 60 era muy frecuente que las familias fueran numerosas, pero numerosas de cinco, seis y siete hijos en adelante. Esto ha cambiado mucho y el numero de hijos por familias ha disminuido tanto que en la actualidad la ley considera como familias numerosas a las que tienen tres o más hijos, y para las generaciones actuales y venideras tener un hijo esta siendo algo casi excepcional.

Las mejoras tecnológicas, la revolución digital, la igualdad y todas las trasformaciones sociales que se han ido produciendo, han acompañado también la trasformación de la familia tradicional, y se ha producido una diversificación de tipologías de familias, con más opciones, más oportunidades, y más ventajas en general. 

Estos cambios han hecho que esta raza de madres de las que vamos hablar, de un calibre de madres excepcionales sea una raza a extinguir. Las madres actuales son otra categoría posiblemente a desaparecer dado su perfil de verdaderas heroínas en materia de conciliación, pero este podrá ser tema de otro artículo. En este voy a centrarme en el papel de esa madre de familia numerosa de los años 60.

Habitualmente, en estos años, cuando se constituía el matrimonio, la mujer dejaba todo, estudios y/o trabajo, para dedicarse por completo a la formación de su familia. El objeto de esta unión era esto, tener hijos para formar una familia, por lo que no había que pensar cuando sería el mejor momento para tener los hijos, estaba claro que desde el minuto uno, la pareja se ponía a ello. Esta cultura de familia tradicional, junto con la cultura religiosa y los métodos habituales de anticoncepción de la época poco fiables, daban como resultado lo que ha supuesto el baby boom de los años 70-80, con un aumento de población dado el incremento de las familias numerosas.

En estas familias, las mamas entraban en una necesidad de optimización de recursos personales y materiales que aumentaba el “ingenio” propio de estas supermamás, convertido en esa varita mágica que tenían siempre para dar solución a todo lo cotidiano. No había momento para lamentos, todo disgusto o frustración iba a un pozo sin fondo que tenían muy bien custodiado en algún escondido lugar. Y a otra cosa que no hay tiempo.

¡Pedrito, digo no, Juanito, ¡Elena…, coñe!, Carlos!, y al final se atina. 

Todo con su justo valor, no hay tiempo para esto no me gusta, no quiero, no vale, no me vale…veinticuatro horas ininterrumpidas poniendo tiritas y empujando a la vida. Lo que se rompe se arregla, lo que sobra se le da otro uso, todo se aprovecha y no se tira nada para equilibrar la economía familiar. Los hermanos pequeños son los que más heredan y milagrosamente la ropa pasa de una generación a otra solo con algún parche o remiendo. En la cocina todo se hacía más grande, pues lejos de deshacerse de las sobras, si es que había sobras, estas llenaban el puchero o las croquetas del día siguiente. Hasta jabón se hacía con las sobras del aceite, y por cierto menudo jabón, ahora solo lo encuentras como un producto de lujo por su neutralidad.

Cocinera, camarera, chef, limpiadora, reportera, pediatra, enfermera, profesora, auxiliadora, cuidadora, psicóloga, modista, costurera, pedagoga, asesora, defensora, protectora, reponedora en la nevera/despensa, economista, peluquera, actriz, escritora, interventora, legisladora, narradora, e incluso fontanera, electricista y en general reparadora. Todos estos títulos ganados a pulso en la vida, y con la mejor de las recompensas, el amor de los hijos.

Las más comunes herramientas de trabajo de este magnífico ser fueron, la mejor de sus sonrisas, las tiritas mágicas y la zapatilla de doble uso. Labor maternal inigualable de saber poner los límites con la inconfundible dulzura del amor maternal.

No creamos que estas mujeres han quedado en el anonimato en la historia. Nada más lejos de la realidad, toda su dedicación, educación, amor, valor, sabiduría, y todas sus aportaciones han quedado inmersas en sus hijos, de tal forma que seguirán vivas año tras año en la vida de todos sus descendientes y, es seguro que ha quedado reflejada en la historia de tantos y tantos personajes que sí, muchos de ellos si han llegado a rellenar los libros de historia de los últimos años, aunque esto no sea lo más importante.

El valor incalculable de esta trasmisión de sabiduría, como lo es esa receta familiar inigualable que se trasmite de generación en generación, es a ciencia cierta un valor seguro para la vida de los que hemos tenido la suerte de tener este tipo de madre y haber recibido las mejores dosis de su buen hacer y sabiduria.


sábado, 3 de junio de 2017

SOLTANDO AMARRAS


Una Historia de vida muy especial




Estoy aquí tumbada en la cama, toca esperar. Ya no siento dolor, solo molestia y una sensación muy rara por la medicación tan fuerte que me impide moverme. Pensé todos estos días de hospital que podría salir de esta, pero no, esta vez no voy a poder. Aunque todavía no me lo quiero creer, esto se acaba. No sé cuánto me queda, quizás horas, días, pero es el final.

Parece que se hubiera parado el tiempo, pero la que se ha parado soy yo. Van pasando por esta habitación mis hijos, mis nietos, mis hermanos, van y vienen, y yo, yo sigo aquí parada, ya sin poder hablar, ni reír ni llorar, ni tan siquiera enfadarme puedo. Estoy acompañada, pero ya es como si estuvieran muy lejos, ahora estoy yo sola conmigo misma.

Toca hacer balance de la vida, pero me resisto a pensar en ello. Ha sido una buena vida, pero si me resisto es por no dejar ahora a mi hijo mayor y mis nietos que todavía me necesitan.

Me recuerdo de niña rodeada siempre de mis hermanos, ayudando en los campos de olivos, ayudando en la huerta o en casa. Siempre había algo que hacer. No teníamos casi de nada, pero no nos faltó nunca que llevarnos a la boca.

Mi madre pronto quedo sola a cargo de los seis hijos y enseguida todos supimos que teníamos que arrimar el hombro para ayudar en casa.

Son buenos recuerdos, vida tranquila de pueblo, dura, pero sin sobresaltos. Siempre ayudando en la casa, con mis hermanos.

Como la aguja no se me daba nada mal mi madre decidió que yo me dedicaría a coser y me mando estudiar corte y confección. Ay madre! , todo lo que llegue a coser para aprender. Era un buen oficio para una chica de pueblo por aquel entonces.

Este fue mi billete para salir del pueblo a la capital. Enseguida me coloco mi madre en una buena casa de la ciudad. Solo tenía que coser, coser y coser, los uniformes de los niños, los botones, las camisas, los dobladillos, etc. No era como ahora que todo se compra, y cuando te cansas te compras otra cosa. Antes todo se remendaba y se arreglaba y duraba mucho tiempo, se ajustaba la ropa para que se pudiera heredar por los hermanos, y las telas se reutilizaban de unas prendas a otras. Tenía que coser y planchar, y la plancha me daba casi más trabajo, horas y horas hasta que esas telas indomables quedaban bien lisas.

En mis tardes libres cosía en otras dos casas y me sacaba un dinerito extra. Así conocí a mi primer marido, pasando por su restaurante los martes y los jueves. Desde que vine a la capital había tenido algún que otro pretendiente, pero nada serio.

Debí enamorarme enseguida. Él era viudo y tenía una niña chica. No sé de quién me enamore antes de él o de su niña. 

Sus hermanas me enseñaron a cocinar y me di cuenta de que lo de la costura no era lo mío.  En la cocina me sentía muy bien, tenía buena mano, y desde entonces no he parado de disfrutar entre fogones.

Y entre los fogones llego mi primer hijo y con el mi amor infinito. Madre lo que se quiere un hijo, y eso que yo ya me sentía madre de una niña. Fueron años buenos, de mucho, mucho trabajo. Los niños, el mercado, la cocina, el mercado y la cocina. Pasaron 6 años hasta que me volví a quedar encinta, y de nuevo mis tareas se acumulaban, desde la madrugada hasta el anochecer sin parar.

La guerra que me dio el pequeño con las comidas. El esta ahora aquí conmigo en esta habitación, cuidándome, esperando conmigo el momento. Siempre ha comido poco. Ahora parece que está hablando con la enfermera que ha venido a ponerme otra inyección.

No teníamos grandes tesoros y a veces las cosas venían flojas y nos apretábamos un poquito o un mucho, pero vivíamos en paz, sin grandes preocupaciones.

Un día, sin avisar llego la guadaña y así, sin más, se llevó a mi marido. El era muy fuerte y siempre trabajaba sin queja alguna, pero algo por dentro no le debía funcionar bien y le quito la vida de un soplo. Mi mundo se vino abajo.

Apenas me quedó aliento con tanta pena, pero tenía que sacar adelante a mis tres hijos, y tenía un negocio y ahora estaba sola. 

En aquel momento de duelo, cuando intentaba organizar mi nueva vida, la familia materna de mi hija, de la hija de mi marido, no me ayudo, solo buscaban sacar provecho de mi desgracia. Todo paso muy deprisa y todavía no me lo explico, pero esta familia se llevó a mi hija, sin escucharme a mí y sin escucharla a ella. Se la llevaron para siempre. Y otra vez ese vacío, la rabia y la pena se instalaron en mis entrañas.

Sola con mis dos niños y un negocio por llevar. No tenía tiempo ni podía malgastar fuerzas para las lágrimas. Tenía que trabajar y seguir adelante con la vida y la vida de mis hijos.

Que lejano me queda ahora esos tiempos. Estoy oyendo que llega ahora mi hijo mayor a la habitación, andan turnándose para no dejarme sola. Este hijo mío no lo ha tenido fácil en la vida, y madre mia, lo que me pesa ahora dejarle a él y mis nietos, es lo que más me agarra a la vida.

En aquellos tiempos, cuando la incansable tarea no me dejaba pensar en lo sola que me había quedado, apareció él. Parece que siempre me estuvo rondando desde que llegue a la capital hasta que me case. Apenas me acordaba de él, pero ahora venía casi a diario al restaurante a tomar algo. Decía que mi comida era la mejor, mis tortillas, mis cocidos, mis caldos. Yo todavía era joven, pero en ese tiempo nunca se me paso por la cabeza por ser viuda y con dos hijos que podría rehacer mi vida con otro hombre, yo solo pensaba en mis obligaciones para seguir adelante.

Y pasó, la vida me regalo otra oportunidad de ser feliz con una persona que no había dejado de amarme desde que me vio por primera vez. Ahora era yo la que se había quedado sorprendida. Esto no lo hubiera esperado y así me deje querer.

Él lo dejo todo en su vida para acoplarse a la mía, para ayudarme con el negocio, para ser el padre de mis hijos y para ser mi marido. Y así mi vida volvió a florecer, aunque yo tenía mi pena por mi niña escondida en mi corazón sin que pudiera hacer nada. Muchos años más tuvieron que pasar y algún encuentro en la vida, para desvanecer esa pena.

Pasamos una temporada muy buena y mis hijos crecían sin pausa alguna. Con los años, algo no debía funcionar bien con mi vista porque fui perdiéndola. Esto me hizo frenar en la cocina y poco a poco el restaurante se iba apagando. No sé si era hora de descansar, pero dejamos de trabajar y, uff, así los días sin llevar el negocio se hacían muy largos sin tener que ir al mercado, hacer las comidas, preparar las mesas. Además, mis hijos eran mayores y apenas daban tarea.

Los chicos se casaron y fue muy bonito, los dos en el mismo año. Todo fue perfecto, pero esto también fue muy duro para mí. En casa quedo un vació muy grande. Yo andaba cada vez peor con la vista hasta que me operaron y algo mejor quede, pero un ojo quedo perdido. 

Llegue hacerme cargo de mi cocina otra vez algún tiempo, pero ya no podía, era demasiado para mí, esa parte de mi vida había terminado.

Por aquel entonces nos fuimos al pueblo. La vida era más fácil allí y más cómoda para nosotros.

Estoy escuchando que ha llegado mi nieto a verme, el mayor. Madre mía, a este casi le he criado yo. Y ahora el pobre que trabaja tanto, también entre fogones, tiene que estar aquí viendo cómo me apago. Lo movido que ha sido siempre, y lo bien que lo llevaba el abuelo a todas partes. Muchos veranos pasamos en el pueblo, disfrutando cada minuto de cuidar de este pequeñajo.

Luego llegaron más nietos, otro varón de mi segundo hijo y después las dos niñas, una de cada uno. Que alegría nos daba saber que venían para el pueblo, aunque solo fuera para pasar un día. Nos pasábamos días preparando la casa, las habitaciones, las comidas, todo para aprovechar cada momento de su visita. Que nos llamaban, pues ahí estábamos en la ciudad para lo que fuera y si no nos llamaban pues también, que cualquier excusa era buena para estar con ellos.

Y luego mi guía, mi lazarillo, mi sostén durante esos años, se enfermó de lo peor. Empezó su lucha por sobrevivir siendo su único afán que no me quedara sola otra vez. Íbamos y veníamos de médico en médico y de tratamiento en tratamiento. Lo aguantó todo sin queja alguna y madre mía lo que paso. Se fue apagando, desconsolado de abandonarme, y se fue. Otra vez me quede sola.

Pase meses en el pueblo, luego en la ciudad, otra vez en el pueblo. No me encontraba bien en ningún sitio. Tarde tiempo en encontrarme bien, y al final me quede en el pueblo. Allí tenía mis amigas y me aseguraba la tertulia diaria en el descansillo de los soportales. Horas y horas que pasábamos de charleta en la fresca.

Mis nietos me daban la vida, y aunque cuando estaban conmigo terminaba agotada no me importaba, era más duro el vacío que dejaban en casa cuando se iban.

No sé cómo me deje liar, pero un día me sacaron en la televisión. Todo estaba preparado, yo entre mis fogones rememorando mis tiempos de cocinera y preparando uno de mis mejores guisos. Mis nietos me lo ponían en la televisión y yo lo que veía era los muchos años que habían pasado.

Yo creo que fue por aquel entonces cuando llego la quinta de mis nietas, la tercera del pequeño. Con esta gran alegría la vida también nos trajo una pena, una pena muy gorda, la enfermedad de mi nuera, la del mayor, la misma terrible enfermedad que se llevó a mi segundo marido.

Me trasladé a cuidar de mi nuera, de mi hijo y mis dos nietos y, ya no me fui de su lado. Pobres lo difícil que fue para ellos, tan chicos, perder a su madre. Mi hijo se vino abajo. La vida me ponía en el camino una nueva tarea, ayudar a esta familia huérfana de madre y hundida en la pena para salir adelante.

Ya me pesaban los años y los dolores, pero esto no me frenaba y estaba enfrascada en mi nuevo objetivo en la vida, seguir luchando por mi familia. No era tarea fácil porque yo no entendía las novedades de mis nietos, las salidas por las noches, los móviles que no soltaban de la mano, los novios, bueno todas esas cosas eran muy diferentes cuando yo era joven.

Y llego de nuevo la enfermedad dichosa, esta vez me llego a mí, pero no pudo conmigo, y menos con lo que tenía por delante. Me hicieron perrerías, me inyectaban medicamentos, me ingresaban, me dejaron sin pelo y sin energía, pero lo supere. Yo seguía luchando, mis nietos eran muy jóvenes y mi hijo seguía necesitándome. Bueno tengo que reconocer que yo ya había empezado a necesitar también de mis hijos. Empezaba a tener dolores, dormía mal, estaba cansada, pero parece que la enfermedad estaba controlada, y así, la vida me regalo algunos años.

Al paliar la enfermedad por todas partes, la misma se hizo fuerte y me salió en la pierna y, dichosa la mala la hora en que me la trataron, de ahí ya no pude levantar cabeza. Sin apenas visión, sordita y con dificultades para moverme, había estado llevando mi casa y atendiendo a mi hijo y mis nietos, pero ahora, la pierna me había hecho frenar en seco y la cosa cada día iba a peor.

Empezaron los tratamientos y los ingresos, pero a pesar de lo que nos decían que no yo saldría para adelante, pues ahí seguía, pero la verdad sin apenas mejoría y muy cansada, y cada día más dependiente.

No quería venir aquí, a este hospital donde murió mi cuñado, un hospital al que se viene a morir. No quería venir porque dudaba si esta vez tendría fuerzas para salir. Ahora ya sé que no voy a salir, me ha costado mucho darme cuenta. Ya no puedo luchar más.  Es hora de repasar mi vida, una larga vida con alegrías y tristezas, una larga vida de trabajo y también de mucho amor. Me llevo lo mejor, todo el amor que he sentido y siento. He querido mucho a mis maridos, a los dos les he venerado y les he amado. He perdido la cabeza de amor por mis hijos y también por mis nietos, por mis niños. Lo duro que va ser dejar de cuidarles. 

He querido mucho a mi familia, mis padres, mis hermanos, mis sobrinos, también a mis nueras. Les quiero tanto que no quiero dejarlos y sigo aquí agarrada a la vida, pero es hora de soltar amarras. Seguiré con ellos, eso seguro, todavía no me conocen allí donde voy ahora. Yo tengo que seguir velando por los míos y, así lo haré.



domingo, 9 de abril de 2017

Maltrato emocional devastador en los hijos

SINDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL

En las separaciones difíciles donde los litigios en los tribunales son una constante en una pareja que parece que no puede romper sus vínculos, son los hijos si los hay, las víctimas de estas interminables peleas. En ocasiones llegando a lo que se considera un tipo de maltrato para los hijos.

El Síndrome de Alienación Parental, SAP, designación del psiquiatra Richard A. Gardner en 1985, sucede cuando un progenitor (generalmente el que tiene la custodia) manipula o intenta manipular los sentimientos de los hijos para ponerlos en contra del otro progenitor. Este Síndrome no deja de ser un modo de maltrato infantil que provoca un trauma e impide llevar una vida normal, tanto al niño como al progenitor alienado.

Aunque a veces no se da como tal el SAP en la separación o divorcio, otros síntomas nos alertan de la posible situación de riesgo para los menores, como por ejemplo el conflicto de lealtades de los menores, dificultades en la relación con alguno de los padres, disparidad en los criterios educativos de los padres, etc. Todos estos indicadores sin llegar a ser un SAP, son ya muy negativos para el adecuado desarrollo de los hijos.

Los efectos del SAP y de otras situaciones similares en menores son siempre negativos para su desarrollo y bienestar. Las consecuencias pueden ser reacciones de ansiedad, crisis de angustia y miedo a la separación; podemos incluir también algunas alteraciones a nivel fisiológico en los patrones de alimentación y sueño, conductas regresivas, y de control de esfínteres. La sintomatología que podemos observar en estos menores se asemeja con la que se describe como consecuencia de las diferentes situaciones que atraviesan los menores que sufren maltrato emocional.

Los trastornos de ansiedad en estos menores son frecuentes en el momento de las visitas con un fuerte estrés, es frecuente la respiración acelerada, enrojecimiento de la piel, sudoración, elevación del tono de voz, temblores, llegando a un crisis emocional de tal envergadura que el menor no puede llegar a estar delante del progenitor rechazado con serenidad y normalidad.

Derivado de estos trastornos de ansiedad, se dan trastornos en el sueño y en la alimentación: estos menores a menudo manifiestan que sufren pesadillas, así como problemas para conciliar o mantener el sueño. Por otro lado, pueden sufren trastornos alimenticios derivados de la situación que viven y no saben afrontar, ingiriendo alimentos compulsivamente o no alimentándose.

Todos estos síntomas con frecuencia suelen ser utilizados por el progenitor alienador para cargar contra el otro, haciendo ver que estos síntomas son debidos al sufrimiento del menor por no querer ver al progenitor rechazado, por el daño que este les ha producido.

Los trastornos de conducta más frecuentes son: conductas agresivas, problemas de control de impulsos, conductas de evitación de las visitas del progenitor, uso de lenguaje y expresiones de adultos, dependencia emocional, dificultades en la expresión y comprensión de las emociones.

Si tras la detención de un SAP, el padre alienador no llega a tomar conciencia del problema y de las dificultades que el mismo está produciendo en su hijo, con frecuencia es inevitable un cambio en la custodia, acompañado de un tratamiento para los hijos y si es posible para los progenitores.  El primero objetivo es restaurar la relación del menor con el padre alienado y para ello contar con el padre alienador es una garantía de un buen pronóstico. El niño necesita no tener que elegir a sus padres y tener el permiso de ambos para querer y disfrutar con ambos.




sábado, 25 de marzo de 2017

DAR LA VUELTA A LA TORTILLA

EL DESEMPEÑO FAMILIAR DE UNA APAÑADA COCINA

...Hoy he decidido darle la vuelta a la tortilla y cambiar toda mi rutina en la cocina. Me doy cuenta que la cocina se ha convertido en algo que arrastro como una carga y que apaño día tras día con el mayor desinterés…
Esta mama, por la falta de tiempo (dado su trabajo fuera y dentro de casa), invertía el mínimo tiempo en la cocina desarrollando su ingenio para realizar distintos platos a la vez, usando pocos cacharros y gastando en todo el proceso el mínimo tiempo.
...Hoy es lunes y los lunes son un día duro para todos, tengo que hacer una cena ligera y agradable para los niños. No estamos para lidiar con “esto no me gusta, esto tampoco”. Hace calor y está de tormenta, los niños no pueden jugar en el jardín y ya están dando la lata, habrá que entretenerles de alguna forma…
Sacó todos los ingredientes para hacer las albóndigas y preparó la carne a la que añadió además de un par de huevos, sal, ajo y perejil y un poco de pan rallado, un poquito de orégano y, nuez moscada pensando en su estómago que andaba dándole un poco de guerra últimamente.
Preparo también a sus dos hijos pequeños con un mandil y una buena lavada de manos. Cada uno estaba preparado para realizar a modo de manualidades esas albóndigas que tendrían las formas más variadas que de costumbre. Daba gusto ver como se animaban uno a otro.
La hermana mayor, hasta ahora sin querer participar en la tarea pues estaba entretenida con sus pegatinas, pero sintió mucha curiosidad por aquello que estaba gustando a sus hermanos. Al observar la escena y no verse en ella, pensó que no podía perderse participar de aquello. Decidió desempeñar un papel en esta actividad que le diera el estatus de hermana mayor que le correspondía, y ella misma propuso a su madre que debía recoger a modo de reportaje o recetario aquella comida que iba a preparar con sus hermanos, idea que a su mamá le pareció de lo mejor y enseguida le ofreció papel y lápiz. Sobre la marcha, pensaron en recoger estas recetas en un cuaderno especial en el que además de la receta pondrían fotos e ilustraciones. De todo ello se encargaría la hermana mayor que empezó enseguida a escribir preguntando a su mamá y a sus hermanos por aquello que estaban realizando.
Mientras los niños estaban entretenidos haciendo las distintas formas y la hermana mayor les entrevistaba sobre lo que ya habían hecho, nuestra amiga pelo unos tomates, un par de zanahorias, media cebolla y unos dientes de ajo y lo puso a freír con un generoso chorro de buen aceite. Le añadió sal y una cucharadita de azúcar para paliar la acidez del tomate. Mientras se va haciendo la salsa, empezó a freír las albóndigas teniendo especial cuidado para mantener algunas formas que de forma inevitable se ven un poco deformadas al pasarlas por la sartén. Una vez fritas y colocadas en una buena cazuela, le añadió la salsa de tomate después de batirla un par de minutos para evitar grumos y tropezones, ya se sabe que con los niños esto es lo mejor.
Los niños muy contentos con su nueva tarea en la cocina estaban expectantes con los resultados de su trabajo. Nuestra amiga añadió un par de vasos de agua a las albóndigas y las puso a fuego lento para que terminaran de hacerse. El padre llego en ese momento y se metió enseguida en la faena haciendo un arroz blanco. Lo sofrió primero un poquito para facilitar después la tarea de hacer los flanes. Los niños estaban ayudando a recoger. La hermana mayor quiso hacer alguna foto de la tarea antes de que se quitarán el mandil y se lavarán las manos.
Los padres empezaron hacer los pasteles de arroz usando un vaso pequeño como molde, los niños se pusieron a elegir los platos y preparar el escenario de la foto final de sus peculiares albóndigas que seguían haciéndose con su salsa de tomate muy lentamente y a la que, la mamá había incorporado algún chorrito de agua y unos buenos meneos. Escogieron los platos blancos para que se distinguieran bien las distintas formas de las albóndigas. Colocaron un par de flanes de arroz en cada plato y después previa selección de los más pequeños fue colocando las albóndigas con su salsa que a su vez adornaba los pasteles de arroz. Los platos estaban preciosos y los niños se esmeraron en poner la mesa para que pudiera su hermana hacer varias fotos con las que ilustraría todo lo que había escrito.
Se había pasado la tarde volando, y hoy más que ningún día estaban todos deseando que llegara la hora de la cena. En ese momento llamo a la abuela a la que la hermana mayor le relato la tarde que habían pasado y lo emocionados que estaban hoy con la cena.
La cena ya no podía esperar, todo estaba preparado.
Esta noche los niños tardaron mucho menos de lo habitual en ponerse el pijama para la cena, que disfrutaron en familia como la mamá había previsto, una cena del duro lunes, ligera y agradable, que los niños devoraron sin poner ninguna objeción, al contrario señalando lo bien que les había salido y lo rica que estaban aquellas albondigas.
…Esto ha resultado mejor de lo que esperaba y vamos a tener que repetir esto incluso participando todos en la planificación e incluso en la compra de los ingredientes para cocinar…
Esa misma noche el papá se había sentido un poco celoso por no haber podido participar desde el principio de aquello y el mismo propuso repetir esto para realizar unas galletas que le salían muy bien a la abuela y que recordaba que más de una vez había hecho con ella cuando era pequeño. Una vez hechas podrían invitar a unos amigos para merendar.
De esa forma el sábado siguiente hicieron las galletas de la abuela con la peculiaridad de usar para realizar las formas, no solo un vaso de agua como hace la abuela para que le salgan las típicas galletas redondas, sino todos los moldes que tienen de un completo juego de modelaje de plastilina, por lo que salieron galletas con forma de estrella, de flor, de corazón, de delfín, de cerdito, de elefante y muchas otras formas.
Cocinaron también huevos rellenos de atún, canelones, paella, tortillas, croquetas (muy peculiares con formas redondas y también cilíndricas), boquerones… y todo tipo de platos que, aunque tuvieran poca elaboración, todos acompañaban en el protocolo de elegir el plato, diseñarlo, planificar su compra y su realización y finalmente su degustación, todo ello bien recogido en el libro de recetas familiar que la hermana mayor iba rellenando.

…Creo que he conseguido darle la vuelta a la tortilla de forma exitosa y todos estamos disfrutando de muy buenos momentos en la cocina. Me gusta ver a los niños divirtiéndose y aprendiendo con nosotros, y me encanta que se lo cuenten a los demás, como toda una hazaña y, aunque no nos haya salido muy rica la comida final, ellos la degustan como si fueran los mas ricos manjares. Da gusto haber dado la vuelta a la tortilla………..

lunes, 20 de marzo de 2017

LA PRIMAVERA LA SANGRE ALTERA...

LA PRIMAVERA Y EL ESTADO DE ANIMO

Llega la primavera dejando a un lado el frio del invierno con su agradable temperatura, los campos lucen una amplia gama de colores, las plantas empiezan a brotar y toda la naturaleza renace y florece llenando el ambiente de nuevos aromas.

Oficialmente la primavera comienza el 21 de marzo, momento preciso en que se produce el equinoccio primaveral cuando el día iguala a la noche.

En esta época del año no solo aumenta la temperatura, también lo hace la luz ambiental. Los días se hacen cada vez más largos, se producen cambios en los niveles de humedad, se dan modificaciones en la presión atmosférica y en las condiciones climáticas.

Las investigaciones nos muestran como todos estos cambios que trae la primavera en los humanos favorecen la secreción de hormonas relacionadas con la atracción sexual y que influyen positivamente en el estado de ánimo; estas son las feromonas (hormonas de la atracción), la oxitócina (hormona del amor), la dopamina (hormona del placer y la motivación), la serotonina (estado de ánimo) y la noradrenalina (calma la ansiedad).

Por otro lado, esta estación de cambio y despertar de la vida invita a salir y pasar más tiempo fuera de casa. Nos anima a disfrutar del aire libre y de la naturaleza. El aumento de luz y su amplitud a lo largo del día se relaciona con la melatonina lo que produce que necesitemos menos horas de sueño al día para sentirnos descansados y hace que nos sintamos con mayor energía y con más ánimo para hacer más cosas. Todo esto produce también cambios en nuestro metabolismo, y así al estar activos más tiempo nuestro cuerpo necesita comidas más ligeras que nos permitan mantener el ritmo que exigen nuestras actividades, y a la vez, un número mayor de comidas que nos permitan compensar el mayor gasto de energía. 

En esta época tenemos una mayor apertura a la comunicación, al amor y a la sexualidad. Como hemos visto somos más activos y nos sentimos con más energías, más positivos, más contentos.

Aunque generalmente la primavera se relaciona con esta imagen positiva de la vida, del crecimiento y de la felicidad, no a todos nos afecta de igual modo. Con la primavera llegan estos cambios emocionales positivos casi de euforia, pero también puede darse los cambios de forma negativa, lo que ha llegado a llamarse astenia primaveral. Esta se produce cuando se genera el efecto rebote tras el exceso de energía y se caracteriza por el cansancio o incapacidad para concentrarse ente las tareas diarias, provocando tristeza, fatiga e insomnio.

La astenia es generalmente transitoria y tiene que ver con la dificultad para adaptarse a los cambios que trae la primavera. Según algunos estudios una de cada 10 personas sufre en mayor o menor grado la astenia primaveral y se presenta más en mujeres entre los 20 y 50 años.

Para adaptarnos a la llegada de la primavera es recomendable seguir una buena rutina de sueño con una duración entre 7 y 8 horas al día, tener una dieta sana y equilibrada pobre en azucares y alimentos difíciles de digerir, debemos hidratarnos frecuentemente bebiendo abundante agua, y debemos realizar ejercicio físico regular al aire libre aprovechando el buen tiempo. Es recomendable también aprovechar el aumento de energía para dedicarnos más tiempo a nosotros mismos y a los nuestros. Por último es bueno saber aprovechar todos los cambios a mejor, sin olvidar dosificarlos poco a poco para mejorar nuestra adaptación a los mismos.